·Cube (1997) de Vincenzo Natali.
·Pi: fe en el caos (1998) de Darren Aronofsky.
·Cube 2:Hypercube (2002) de Andrzej Sekula.
·Silk (2006) de Chao-Bin Su.
·La habitación de Fermat (2007) de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña.
(En esta lista he omitido Primer (2004) de Shane Carruth porque formará parte de otra entrada sobre los viajes en el tiempo).
Cube produjo una nueva generación de películas por muchas razones, entre ellas: el punto de vista, la trama en general y el uso de la psicología de los personajes. El argumento estriba en unos personas que se despiertan en una habitación cúbica que, en cada pared, techo y suelo, contiene en el centro una pequeña puerta que da a otra habitación igual.
El punto de vista, en el cual se crea gran parte de la producción cinematográfica actual, es el del personaje. Ahora el espectador no es un narrador omnisciente al cual se le da demasiada información; aquí el que ve el film sabe igual o, incluso, menos que los personajes. Esto supone una revolución en la manera de narrar historias en un film que secundarán centenares de directores y guionistas. Por tanto, la tensión está más que asegurada; el director tiene el terreno labrado.
Los personajes no saben cómo han llegado allí, ni qué tipo de lugar es ése; sólo saben que hay habitáculos que contienen trampas mortales. El desconcierto y la turbación se apoderan de los protagonistas y se crea un conflicto interesante: el enfrentamiento entre personas desconocidas en un enclave inhóspito, la supervivencia para sobrevivir y la sospecha de que uno de ellos está detrás de todo. Quien los ha colocado allí sabe muy bien el por qué de todo lo que acaece, ya que hay: una estudiante de matemáticas, un policia, un escapista, una doctora, un policia, un chico autista y un arquitecto (que es quien creó, sin saberlo, el armazón del edificio).
La estudiante resolverá unas numeraciones en cada puerta que designan la situación de una habitación o cubo dentro de los 17.563 que hay. ¿Por qué un número impar? Aquí es cuando podéis utilizar la lógica. Pero no voy a desvelar más de lo que ya he hecho. Sólo os dejo la reflexión de uno de los personajes sobre el por qué a alguien se le puede ocurrir construir algo tan kafkiano o borgiano, como se le quiera nombrar, en una sociedad como la actual. Sublime.
El modelo de Cube será una suerte de tópico que se utilizará para crear películas como: Saw (2004), 9 extraños (2005) o La habitación de Fermat (2007). En la primera y en la segunda se quita el componente matemático pero se gana en otro elemento: el juego de un asesino que manipula a su antojo el devenir de sus obligados jugadores. Por supuesto cambia el lugar por un lavabo y una mansión. A partir de aquí se juega con los elementos que deja Saw y empieza la gran lista de variantes o repeticiones de la película.
Cube 2: Hypercube da otra vuelta de tuerca al aparente hermetismo del guión de su predecesora. No se continúa la primera, o sea, meter más gente con algún aliciente añadido; se parte de la misma idea principal pero elevada a una dimensión más. Es difícil entender esta explicación si no se aclara antes: unos personas se encuentran en unas habitaciones que tienen las mismas condiciones que las anteriores pero con el añadido de que no hay trampas y podrían existir 60.000.000 de habitáculos.
La gran calidad del guión reside en qué tipo de cubo se están metiendo: el teseracto, o sea, un cubo de cuatro dimensiones. Si en la primera parte el espacio era una suerte de cubo Rubik retocado, aquí nos enfrentamos a una teoría matemática aplicada a la realidad. Cuando alguien pasa de una habitación a otra y vuelve a la anterior, no vuelve a la misma, ni en el mismo tiempo. Se crea una deformación del espacio-tiempo que transforma habitaciones con tiempo acelerado o ralentizado, cambios gravitatorios (el techo es el suelo y viceversa) o el encuentro con uno mismo unos días u horas más tarde en el mismo momento.
La tensión entre los personajes se multiplica, pues aquí todos son responsables de la creación del teseracto directamente o indirectamente; nadie quiere descubrirse. Por tanto tenemos un enemigo: la física. Una lucha contra lo desconocido: la cuarta dimensión. En esta ocasión se encuentran: un matón contratado para encontrar a alguien de una empresa, una hacker, un creador de juegos informáticos, una física experta en cuántica que está senil, una enfermera, un ingeniero y una abogada. ¿Cómo salir de un sitio que está cuadridimensionado? Como dice un personaje: "¿Hay alguna teoría sobre cómo podríamos salir de este concepto teórico?" Se puede uno exprimir el cerebro y no encontrar la solución; tomaros vuestro tiempo.
Jugar con otra dimensión es elevar a un nivel más complejo la trama, sobre todo teniendo en cuenta que el ser humano ni siquiera es capaz de percibir con exactitud la tercera. Sólo acordaros de las ilusiones ópticas o los dibujos de M. C. Escher. Algunos científicos determinan que de dimensiones hay muchas más de las que creemos. Creo que las partículas subatómicas o, incluso, las celulas se mueven bajo nuestra ciega mirada en otra dimensión; también los agujeros negros. Aquí os dejo un vídeo del hipotético aspecto de un hipercubo, aunque no sería en realidad así, no podemos percibirlo con exactitud:
La habitación de Fermat adopta Cube como punto de partida para acercar los problemas de lógica-matemática. Lo más sugerente es que el habitáculo en el que se encuentran encerrados los personajes va menguando rápidamente, sólo pueden evitar su horrible destino solucionando acertijos cada pocos minutos. No negaré que la película es muy entretenida y muy poco habitual en el tipo de films que se hacen en España, pero recuerda demasiado a lo ya trabajado por Vincenzo Natali y por otro tipo de historias al uso. Los acertijos son muy conocidos pero ponen a prueba la capacidad del espectador para solucionarlos en 2 minutos. De todos modos, el hecho de que se emplace a los matemáticos más prolíficos de todos los tiempos, hacen de este metraje un buen valor para las "Moviemaths" o "Mathmovies" (como yo las llamo a partir de hoy).
Dejando de lado estos 3 ejemplos veamos la inquietante película, rodada en blanco y negro y con un presupuesto bajísimo (no se requería nada más), Pi: fe en el caos.
Pi lleva a trastornar al espectador por el tremendo nerviosismo que transmite, pero que se tome esto como un halago, no como algo negativo. Trata la historia de un matemático que, estudiando el desplegamiento del número Pi (los 216 dígitos que siguen), descubre la fórmula que siguen los valores de la bolsa económica. Ésta fluctúa según la oferta y la demanda de unas acciones y del rendimiento económico de una empresa, pues el protagonista consigue desvelar un patrón homogéneo que no falla. Lo bueno es que varios grupos empiezan a perseguirle para apoderarse del descubrimiento: judíos y grandes empresas. Los primeros porque creen encontrar (y aquí la película casi te convence)la palabra de Dios (desaparecida por la destrucción del 2º templo de Salomón); los segundos porque quieren enriquecerse monstruosamente. Si juntamos a ello, la ansiedad y los terribles problemas psiquiátricos del protagonista (en un momento determinado intenta taladrarse el cráneo), tenemos una película formidable.
El número Pi es irracional (no puede ser expresado como una fracción) y representa la longitud de la circunferencia y la longitud de su diámetro. Su valor es indeterminado: 3,141592653589... La película reviste el enigma de la matemática para crear una esquizofrénica investigación. El uso de la cámara y la fotografía no dejan de ser interesantes, acordes con el tipo de personaje y la acción que se desarrolla.
Una grata sorpresa supone Silk para el trato de algunos temas más que manidos en el cine: el amor, la vida y la muerte. Aquí el taiwanés Chao-Bin Su refresca las relaciones entre personas que se tienen una estima mutua y las decisiones difíciles de tomar ante un dilema tan grande como lo es la eutanasia. Todo lo enmarca dentro de una trama sobre la ciencia aplicada a unos investigadores que descubren un fantasma. Pero no la ciencia-ficción que cualquiera utilizaría para este tipo de casos, sino la matemática que se conoce poco: los fractales. La trama está muy bien hilvanada porque hace concordar los valores humanos con los espectrales o maravillosos. Por tanto, no es una típica película de terror, ni una de apariciones, ni un típico drama. Los personajes están muy bien descritos y se utiliza un concepto matemático muy inusual: la esponja de Karl Menger.
Mirad cómo se utiliza este concepto y luego explicaré su teoría:
La esponja de Menger es un fractal (objeto semigeométrico cuya estructura básica se repite a diferentes escalas). Podemos entrar a mirar una "rama" de un fractal y saldrán nuevas ramificaciones hasta el infinito. Bueno, pues en Silk se escoge un tipo de fractal que, aparentemente, parece estar tridimensionado. La esponja de Menger, como la alfombra de Sierpinski (en la segunda foto), es un conjunto no numerable y de medida nula. Pues cada parte que veamos se divide en más y más... Por tanto, no tiene peso, ni puede medir nada. Sería como coger el Cube y eliminiar los pequeños cubos centrales hasta el hipotético infinito.
Es raro que un film pueda albergar unas teorías geométricas tan complejas para cualquiera, pero lo hace y lo consigue.
Por tanto, recordad las Moviemaths no sólo como un subgénero sino como un adelanto en la creación de guiones e historias complejas que enriquecen el panorama cinematográfico.