sábado, 31 de mayo de 2008

El corto de la revolución

La mejor historia siempre será la que, exlicada de una manera sencilla y con unos elementos simples, pueda expresar los problemas universales más complejos. Esto se puede extrapolar en la enseñanza (un profesor que sepa de lo que habla y pueda transmitir de una forma nítida sus conocimientos), en la literatura (un autor sin ser zafio puede convertirse en un gran narrador) como en el cine (las grandes ideas filosóficas pueden expresarse de forma asequible sin ser elitista). Un caso extraordinario es el de la adaptación del cuento "La revolución" de Slawomir Mrozek. Periodista y dramaturgo de nuestros tiempos que labra de forma magistral el teatro del absurdo y que el director Juan Pablo Martín Rosete sabe transmitir su conocimiento con este sublime corto que esconde, de una manera absolutamente genial, el arte de transmitir el conocimiento más infinito de nuestro ser: las ansias de una revolución, sea la que sea.



La posición de unos elementos tan sencillos (y tratados como un absurdo delicioso) como una cama, una armario y una mesa pueden volverse una metáfora de la esencia misma del ser humano, desde las ansias por despegarse de la monotonía hasta los objetivos más grandiloqüentes de la política.
La sentencia que se cita: "cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz...hay que hacer una revolución", puede transformarse en una máxima en la vida de cualquier ser humano con deseos de superarse.
Excelente corto que no hay que olvidar que se sustenta gracias al cuento del escritor polaco Slawomir Mrozek que ahora os transcribo:

La Revolución

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición favorita.
Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario...

3 comentarios:

  1. Está en la naturaleza humana revolucionarse, no conformarnos con lo establecido, pero de nuevo ves que el poder corrompe y que dá igual quien gobierne.

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  2. Mira, me viene al pelo este relato corto para identificarme en estos momentos de mi vida...Yo aun estoy haciendo esos cambios, y por eso estoy un poco ausente y casi no firmo ni actualizo el blog...
    Supongo que el orden se restablecerá, de una manera u otra.. Sólo necesito tiempo.
    Un abrazo!!

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  3. -Hola yatebale, tienes razón en lo que dices, el cuento como el corto tienen una trascendencia de poderse valorar como la inercia de querer cambiar de una manera personal como política. En la política siempre existe la inercia del lucro personal pasando por encima de cualquiera.

    -Hola maryjane, para cualquier persona la revolución interna es constante, cada día hemos de evolucionar de una manera u otra. Espero que puedas terminar tu revolución de una manera que te haga sentirte mejor, nosotros te estaremos esperando siempre. ¡Un saludo muy grande!

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